Una vez un grupo de niños pequeños que ingresó a primer año escolar en 1998, fue desde el primer momento diferente al resto. Bochincheros sí, traviesos también, pero buenos estudiantes y sobretodo grandes compañeros entre ellos.
Recuerdo que los vi ayudándose con los deberes antes de entrar a clase, compartir lo pedido por el maestro en la clase anterior; y cuando uno de los compañeros se olvidaba de la merienda o perdía el dinero para comprarla, enseguida el resto le solucionaba el problema prestándole dinero o compartiendo lo que tenían.
Así transcurrieron cinco años inolvidables para ellos y para quienes compartían algún momento con ellos.
Ahora en sexto año las cosas han cambiado, el grupo parece que no es el mismo, el compañerismo no es aquel que se observaba. Pero... ¡como para no estar nerviosos! Si escuchando una conversación entre el gordo y uno de los abanderados me enteré que lo que no querían es separarse; dentro de algunos meses el final de las clases los sorprendería con un adiós definitivo. Definitivo sí, para esta hermosa etapa que ninguno quiere abandonar y... para muchos amigos también, ya que tenían más de un liceo para seguir secundaria.
A la rubia más coqueta de la clase le preocupaba no ver más al morocho de ojos claros del otro sexto. ¡No puede ser! ¡tenemos que hacer algo! decían todos.
Un padre les comentó “parece que hubiese sido ayer que salí de la escuela y hoy es mi hijo quien lo hace... es inevitable, contra el tiempo no se puede”... los chicos estaban resignados.
Pero un día los vi reunidos en el recreo, estaban haciendo un pacto; no olvidarse jamás de esta época tan linda que es la escuela y los compañeros llevarlos en el corazón por el resto de la vida. Ahora las cosas han cambiado nuevamente, aprovechan al máximo los momentos que están juntos, son inseparables, me di cuenta que son mi grupo favorito.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario